lunes, 23 de febrero de 2009

Itako


Si eres un otaku, como nosotros, seguro has visto Shaman king o Inuyasha en donde aparecian unas sacerdotisas llamadas Itako (Anna y Kykio respectivamente) .


La itako es una shamán ciega originaria del norte de Japón; estas mujeres pasan gran parte de su vida en aislamiento que solo rompen durante cuatro días al año cerca del lago Usorizan, en las faldas del monte Osore donde se encuentra el templo budista de Entsuji para entablar contacto con el mundo de los espíritus. Cientos de personas esperan durante horas su turno para hablar, a través de las itako, con sus familiares y amigos fallecidos.
Hace tan sólo unas décadas, cuando una niña nacía ciega o perdía la vista, sus familiares la dejaban en manos de las itako, que se encargaban de su manutención y entrenamiento para la iniciaciòn. Durante dicho entrenamiento la itako debe vestir un kimono blanco cien días antes de la ceremonia. La purificación austera es obligatoria para conseguir un estado extremo con la mente. Los ritos se hacen en lugares donde se vierta agua fría sobre su cuerpo, usualmente en medio del frío del invierno, donde ella debe practicar sus cantos. Tres semanas antes de la ceremonia, no se le permite comer granos, sal, carne y debe evitar el calor artificial.
Durante la misma ceremonia, la aprendiz de itako es vestida como una novia para indicar que ella se casará con un dios. La ceremonia es acompañada con sonidos continuos de tambores y campanas que ayudan a la itako a conseguir la concentración requerida para lograr un trance. Las viejas itakos se sientan alrededor a ella y asisten en el canto; la ceremonia puede durar varios días hasta que la aprendiz haya logrado el trance. Una vez que logra el trance, la itako maestra determinará qué dios tomará a la aprendiz. A las aprendices no les está permitido dormir y el consumo de comida es mínima.
La iniciación de las itako es sumamente dura. Las niñas aspirantes deben aprender de memoria larguísimas invocaciones y oraciones, además de vivir en condiciones de extrema abstinencia y aisladas del mundo, únicamente con la compañía de otras itako. Cuando sus «maestras» consideran que la aspirante se encuentra suficientemente preparada para la prueba final, ésta es encerrada en una minúscula choza durante veintiún días, en los que sólo podrá alimentarse de raíces y agua. Pasado ese lapso de tiempo, la muchacha tendrá que probar frente al cónclave de itakos que efectivamente ha establecido contacto con el espíritu que le dará el poder necesario para realizar su trabajo durante toda su vida. Si el cónclave determina que la neófita no ha conseguido la «unión» con algún espíritu, será enviada a la soledad de las montañas, en donde estará obligada a quitarse la vida.
Sea o no cierto que las itako se comunican con los espíritus, lo único seguro es que son la última prueba viviente de una milenaria tradición que el progreso acabará extinguiendo más pronto que tarde.